Aviso de cookies: Al navegar por este sitio web, tus datos de conexión (IP) y navegación (URL) son obtenidos y mantenidos durante un máximo de 90 días exclusivamente para mantener la seguridad del sitio web a través de los servicios de cortafuegos y antivirus de Defiant Inc, prestador ubicado en EE.UU. con el que Abanlex ha pactado medidas de seguridad adecuadas. Puedes oponerte o ejercitar otros derechos, así como obtener más información consultando el aviso de cookies.

Mejor relato de ciencia ficción jurídica: El Cliente, de @MarelisaBlanco

Marelisa Blanco
Marelisa Blanco, abogada ganadora del I Concurso Nuevos Juristas sobre «Los retos del sector legal en España»

Este es el mejor relato de ciencia ficción jurídica, ganador del I Concurso Nuevos Juristas sobre «Los retos del sector legal en España», organizado por Nuevos Juristas, es El Cliente, escrito por Marelisa Blanco (@MarelisaBlanco) y votado como vencedor por un jurado de tres profesionales juristas entre los que está Pablo Fernández Burgueño (@Pablofb), socio de Abanlex.

El relato será narrado y comentado por su autora, Marelisa, abogada especializada en derecho tecnológico, en un encuentro especialmente diseñado al efecto: «Abogados tecnólogos y dónde encontrarlos«, que tendrá lugar el sábado, 10 de diciembre de 2016, a las 10:30h (fin y despedida a las 12:30h) en la sede central de Abanlex (Velázquez, 109, Madrid, España). Entre los asistentes, Abanlex sorteará un dron. La inscripción es libre y gratuita

A continuación compartimos el relato, confiando en que también lo encontréis inspirador.

Robot con florEl Cliente

– Ya son y 58… voy a llegar tarde por primera vez en mi vida–. Helena guardó el reloj de bolsillo en su abrigo y echó a correr sin saludar al droide que le daba la bienvenida con una melódica voz femenina al centro de negocios Iridium, un rascacielos que rozaba las nubes, detuvo las puertas del ascensor a tiempo y se hizo un sitio ante las insípidas miradas de los ocupantes y las vacuas miradas de robots antiguos de mantenimiento.

Hacía tiempo que no llegaba tarde a ningún sitio, desde que se habían instaurado las líneas de alta velocidad de vehículos autotripulados la conducción era más eficiente y no había problemas de tráfico, atascos o accidentes, por lo que la palabra tarde nunca había entrado en su vocabulario, pero hoy no iba a ser un día normal, o al menos esa impresión le dio cuando abrió el expediente por centésima vez para leer la información de su cliente y saltó la voz de alerta del piloto comunicándole que se había efectuado un desvío por obras.

Llegó a la planta en cuestión de minutos que le supieron a horas, las puertas se abrieron de par en par y dieron paso a la música suave de la estancia, la iluminación de un blanco prístino con tintes cálidos y naturales y al aroma del exuberante café azul que lo impregnaba todo, todo era perfecto y no había tiempo para apreciar una de las pocas oficinas de “derecho artesanal”.

Llegó en medio de una exposición, aunque alguno de los asistentes estuvieran presentes a través de hologramas y la voz proviniese de los sistemas instalados, no dejaron de verla con gesto de censura ¿Qué hacer? ¿Excusarse nombrando las obras? ¿Dejarlo pasar con la mayor dignidad posible y fingir que no ha pasado nada?

– Lo siento

Se le escaparon las palabras como aves de una jaula, se sentía realmente abochornada, así que bajó la mirada, tomó asiento, activó sus dispositivos de grabación de datos para cuando expusieran los temas más importantes y espantó las ideas que revoloteaban por su cabeza.

Aurelio, el ponente, carraspeó y la atención volvió a gravitar a su alrededor.

– No te preocupes Helena, íbamos a enviar a alguien a buscarte si no aparecías en unos minutos, tenemos que empezar contigo porque debemos enviarte a las colonias de Marte–. La cara de Helena debió reflejar su perplejidad porque Aurelio tomó aliento con el gesto de aquel que no tiene tiempo para desviarse de los temas principales –Una tormenta solar está debilitando las conexiones entre las colonias de Marte y la Tierra, así que no se puede acceder pacíficamente sin arriesgarte a que tu mente tenga que volver a una versión anterior–.

Los murmullos se alzaron en la sala, algunos se tocaron sin pensarlo el conector neuronal detrás de la oreja mientras comentaban las copias de seguridad, y se apaciguaron cuando entró un droide portando más café azul, el silencio se volvió solemne y solo podía apreciarse el sonido del café vertiéndose y las palabras amables del droide: “¿Quiere una taza más?”.

– ¿No podemos alegar que la competencia es exclusiva de los tribunales terrestres? Entiendo que no pueda hacerse el juicio a través de la red Helios, pero ¿un viaje a Marte?

– El viaje no durará más de un par de días con el sistema warp y estarás en suspensión, tienen un patio de recreo mental para el viaje, por si no te apetece dormir todo el tiempo, pero no, lo hemos intentado, después de plantear el conflicto de competencia ante la sala de reparto le han dado la razón a ellos, así que el juicio se celebrará en Marte, ¿alguna cuestión sobre el expediente? Del cliente no preguntes nada.

– No, todo está bastante claro.

– Bien, pues el siguiente punto…

Sonaba su música favorita en el vehículo autotripulado, los conectores de su muñeca le permitían personalizar todas las estancias donde entrase, pero no la estaba oyendo, en su lugar, estaba conectándose a su sistema Helios inalámbrico y poniéndose cómoda en el asiento; dijo en voz alta el comando y pronto su mente se sumergió en el sistema.

La evolución de internet se configuró en el sistema Helios, pero como aquel, todos los rincones estaban repletos de publicidad, los distintos filtros y la información de tu sistema Helios lo adecuaban a tus intereses y aunque dijesen que “sólo tú puedes ver tus referencias” llevaban un tiempo luchando contra el “Gran Hermano” que querían instaurar nuevamente, pero las negociaciones eran complicadas al haber potencias interesadas en el acceso directo a las mentes.

Todos los canales y las personas se movían a una velocidad mayor que en el mundo físico, suspendida en el sistema Helios podía observar las maravillas de un segundo mundo que podía llevar a las personas querer establecerse allí, los colores, la calidad de las interacciones, un sinfín de posibilidades paralelas a la vida cotidiana al alcance de un comando eran una tentación, se dirigió a la sala que daba acceso a la base de datos con la que trabajaban y con ayuda de los robots buscadores especializados inició la tarea de seguir documentándose en relación a su caso.

Las llaves se tambaleaban peligrosamente mientras hacía equilibrio entre la chaqueta, el bolso y la maleta, el sistema central de asistencia al hogar dio el aviso a un minidrone para recoger las llaves del suelo cuando finalmente cedieron a la fuerza de la gravedad, Helena le dio las gracias al sistema, y su gato maulló una última vez al entender que iba a quedarse nuevamente solo con el limpiador automático.

Le recibieron a los días en la estación espacial de Marte, Afrodita, el viaje a través del espacio fue como siempre, una experiencia única con la danza de las estrellas y los sistemas ultraterrestres, una maravilla para los sentidos y ver el tráfico que se había instaurado entre ambos planetas y a los drones excavadores trabajando era admirable.

Se dejó guiar a los juzgados por los droides de protocolo que le recibieron, y pudo contemplar Marte, la extensión rojiza que se perdía hasta el horizonte, las calles y las construcciones armoniosos con el paisaje, la cúpula conformada por hexágonos que les proveía de atmósfera artificial y finalmente los árboles de colores variados y extraordinarios fruto de la biotecnología.

Estando ante las puertas de la sala, sintió la emoción que se aloja en la boca del estómago cuando vas a entrar en juicio, miró a ambos lados, no había visto aún a su cliente, pero supo que había llegado cuando los periodistas y fotógrafos empezaron a agolparse, el cordón de seguridad se desplegó y de entre ellos surgió, con una mirada calma y una sonrisa perpetua, engalanado con las mejores piezas de ropa inteligente, su cliente, le tendió la mano.

– Confío en que podamos adquirir por fin los derechos que nos corresponden como seres inteligentes, ¿no cree usted, señorita Helena?

Le estrechó la mano que le tendía, no dejó de sorprenderle sentir calor en su mano de metal.

– Estará en manos del juez, pero haremos todo lo posible por la dignidad de las inteligencias artificiales.

Patrocinadores de Nuevos Juristas

Nuevos Juristas, iniciativa de Adrián Dueñas, Virginia López, Andrea Ortega y Francisco José Hidalgo-Barquero.

Ir al contenido